Pero ¿¡qué!?¿dibujos invertidos?¿gatos?¿caos e infamia? Exactamente, ya estoy aquí un Sant Jordi más para mostrarte el cómic que he hecho para mis queridos chiquis. Como bien sabrás, con el que les hice el año pasado, tendrás que imprimir en un folio por las dos caras y montarlo según las instrucciones que te dejo por aquí abajo. La idea para esté tipo de fanzines en una única hoja la saque del ilustrador Puño, al que siempre es bueno seguir para poder disfrutar de sus grandes ocurrencias.
Feliz Sant Jordi, disfruta de los libros y los dragones. Que yo me voy a pasear con mis, ya no tan, peques.
Salud.
Aquí tienes una foto del resultado final, así como algunas pruebas y bocetos. Las pruebas en dina4 la definitiva en dina3
No, no era uno de esos malvados megalómanos de opereta, de los de conquisto o destruyo. El simplemente era un malo nivel usuario.
Esas pequeñas cosas de tirar un papel al suelo, tirarse un pedo en el ascensor y mirar con sospecha al de al lado, beber demasiado, conducir contra el mundo. No le pegaba a nadie aunque siempre decía: Si me tocas los cojones te rajo.
Escupía, maldecía, no tenía problema en mentir para ahorrarse discusiones o meterse en discusiones para encontrar problemas. Por supuesto no reciclaba, ni daba los buenos días ni las buenas noches.
Era un imbécil prepotente; un problema para el mundo, suma y sigue.
Cosas pequeñas como las que todos nos perdonamos para hacer la vida agradable, plausible. Es más fácil eso que dejar de ser malvado.
Los verdaderos malos quedan para telefilmes de bajo presupuesto, cómicos, megalómanos que lo destruirían todo. Como nosotros pero a gran escala.
Y las grandes corporaciones que podrían poner su granito de arena, se frotan las manos después de señalar al pequeño malvado de turno.
La pared quedó como un recordatorio de todo lo que había pasado. Incluso aunque los asesinos se encargasen de que alguien limpiase la sangre, el muro se alzaba imponente a ojos de los silenciosos ciudadanos.
Nadie se atrevía a hablar frente a aquel paredón pero, los pensamientos, volaban libres. Había miradas esquivas con la realidad que sólo hacían inevitable que el resto de ojos acabasen en el rincón que las primeras evitaban.
No importaba aquella verdad de gritos silenciosos, los represores no iban a detenerla para que su memoria evitase un estallido del pueblo.
Un pelotón de fusilamiento mató a sangre fría, acalló con disparos el ruido de la revolución. -El pueblo quiere paz, no libertad – sentenció el poder pensando que el miedo no dejaría a nadie responder. No entendía que en sangre se escribe el miedo pero, también, señala otro camino.